La incompetencia como mecanismo de separación de poderes

Ayer estuve cenado con Raquel en casa de mi buen amigo y ex-compañero David San Prudencio. De alguna forma salió el tema de cierto empleado al parecer bastante incompetente pero bien situado en la jerarquía de una empresa.
David, que ya tiene experiencia en estos temas, señaló que es precisamente su incompetencia lo que aumenta sus probabilidades de ascender. Este fenómeno ya fue enunciado en el Principio de Peter en 1969 y más tarde en el archipopular Principio de Dilbert.
Tomando café y un poco del excelente whisky escocés de Davd, hablábamos de otra muy buena razón para ascender a los imcompetentes de forma premeditada: impedir que una persona excesivamente competente adquiera conocimientos hasta el punto de poder organizar un asalto al poder.
En el área de Silicon Valley saben bien que el peor enemigo del dpto. de RR.HH. de una empresa boyante no son los dptos. de reclutamiento de otras empresas, sino la tendencia espontánea de los empleados más brillantes a declararse república independiente y montárselo por su cuenta.
Es por esto que en Google dan todo tipo de incentivos para que la gente más valiosa no se sienta motivada a independizarse. Incluso (táctica magistral) proporcionan un 20% de tiempo «libre» para que los empleados se dediquen a sus propios proyectos. Proyectos que, por cierto, al haber sido realizados durante la jornada de trabajo quedarán ineludiblemente en propiedad de Google, impidiendo en la práctica que ningún empleado monte una empresa que pueda robar un nicho a Google, usando la demanda judicial como amenaza.
No interesa que el mejor técnico de la empresa sepa demasiado sobre la cartera de clientes, lo mismo que tampoco interesa que el director regional de la zona estrella de ventas sea lo bastante hábil y tenga suficientes contactos como para montar un spin-off y quedarse con una parte del negocio.
En definitiva, la conclusión a la que quiero llegar es que las empresas no siempre promocionan a gente incompetente por error o desconocimiento, en ocasiones lo hacen de forma premeditada como una forma de preservar el status quo.
Por cierto, que Joserra cita la Tira de Dilbert con el jefe ese del cabello cornudo que tan satíricamente ejemplifica lo que quiero decir.
Este ascenso del hombre del traje gris lo comenta Carl Icahn en BusinesWeek:
«Yo tengo mi metáfora anti-darwiniana, el CEO es la clase de tipo fraternal que es fantástico para tomarse una copa con él. Es un superviviente y quizá para nada brillante, pero se labró su camino hacia arriba en la corporación. Y si eres un superviviente, entonces no tienes a nadie por debajo tuyo que sea más inteligente que tu. Así que eventualmente acabas rodeado de idiotas en todos los puestos de gestión».
El mecanismo descrito por Icahn es especialmente interesante porque explica la causa de que las empresas tiendan a destruir valor y buenas ideas antes que a crearlo. Si aceptamos las hipótesis de que a) un subordinado es aquella persona que siempre hará cualquier cosa un poquito peor de lo que su jefe la haría, y b) para ascender es necesario cierto grado de ineptitud. Entonces terminamos teniendo empresas que son maquinarias de matar la iniciativa y las buenas ideas.
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