Un nuevo concepto de privacidad

Cada vez estoy más convencido de que la privacidad, entendida como la capacidad de ocultar detalles íntimos de nuestra vida al gran público, es algo que será imposible de tener en los años venideros.
La información personal se ha convertido en un bien de uso y cambio como el dinero, y dentro de poco cotizará en los mercados como si de la bolsa se tratase.
La invasión de la privacidad empieza en la infancia, si uno lee las leyes con detenimiento, llega a la conclusión de que los padres o tutores de un menor, no sólo tienen el derecho a espiarle, sino que prácticamente tienen la obligación de hacerlo, puesto que son responsables del cuidado y de los actos del menor.
Partiendo de la premisa de que será imposible mantener nuestra vida en secreto, debemos buscar formas de convertir nuestra existencia en un reality show paradisíaco para los voyeurs y los spammers impenitentes.
Básicamente debemos movernos socialmente en varias direcciones:
1ª) Las leyes deben prohibir no tanto la recopilación de datos personales, ya que tal prohibición es como intentar poner puertas al campo, sino prohibir la difusión o determinados usos de la información recogida.
En este campo lo cierto es que la Unión Europea en general tiene leyes mucho más claras y avanzadas que los norteamericanos sobre el uso que puede hacerse de la información de caracter personal.
Es preciso, además, que las leyes obligen a los gobiernos en primer lugar, ya que estos son los primeros recopiladores de información personal y bajo el paraguas de su uso para la seguridad nacional ya se ha comprobado en repetidas ocasiones y en distintos paises que usan y abusan de la información de que disponen.
2ª) Es preciso concienciar a los ciudadanos de las consecuencias que tiene la aceptación de las condiciones legales. El famoso enlace «He leído y acepto las condiciones de uso» es una frase vacía que no informa en absoluto a los usuarios. Debería existir la obligación legal de informar claramente a los usuarios de lo que pasará con la información que voluntaria o involuntariamente entreguen a una empresa privada.
3ª) Es preciso perseguir de verdad a los spammers y otros abusadores. No con esporádicas multas millonarias a Telefónica y similares por descuidos, sino con acciones reales contra los spammers masivos (Telefónica y su spam por MMS los primeros de la lista, por supuesto).
4ª) Y más importante de todas. Debemos ganar en libertad de modo que deje de importar socialmente lo que pueda publicarse de uno en la red. Para algunas cosas hemos avanzado mucho, y para otras sufrimos aún una feroz censura. Hoy en día uno puede salir en YouTube disfrazado de personaje de los Simpsons, ataviado con corbata negra sobre camisa rosa y un jersey verde, y no pasa nada tal atentado contra el buen gusto. Pero ¡hay de ti si te dejas filmar fumándote un puro! La conquista de las libertadesha sido desigual, y en múltiples temas simplemente hemos substituido una censura por otra. Sigue habiendo cosas políticamente correctas y cosas políticamente incorrectas. Opiniones compartidas por una amplia mayoría de la gente, pero sobre las que nadie habla por miedo a ser estigmatizado.
Alfredo Romeo, habla amenudo sobre la reputación y cómo medir y gestionar dicho activo personal tan importante en el siglo XXI. Yo creo que en cierta forma, lo mejor que uno puede hacer con cierto tipo de reputación es deshacerse lo más rápido posible de ella, en cuanto lo haces eres libre, y ya no tienes que vivir guardando las apariencias de una vida de falsete de persona que no eres tu.

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